En la tarde del miércoles, siendo las cuatro y cincuenta y cinco minutos, dimos suelta a los palomos y, de inmediato, a la paloma. Hicieron la piña y se dirigieron velozmente hacia su punto de destino. No tardaron dos minutos en hacer la primera parada y se vinieron quince palomos al picadero. Antes de que acabáramos de anotarlos, nueve de ellos habían vuelto con la suelta. La paloma no ha querido, en ningún momento, la compañia de los galanes,pero se ha visto obligada a soportarlos durante toda la prueba y por ello, la mayoría tienen el tope del día. Que nadie piense que ha sido una paloma fácil, sino todo lo contrario. Ha salido y entrado sin parar. Si este trabajo lo hubiese realizado en otra zona del campo, el resultado podría haber sido muy distinto. Cuando faltaban unos doce minutos para la conclusión, se produjo un rebote y sólo quedaron diez o doce palomos. No dio tiempo ni a controlarlos, ya que todos volvieron de inmediato. Así terminó la prueba.
Dicen que lo poco agrada y lo mucho empacha. Pues bien, nuestros palomos se han empachado de pinos. Hoy, por tercera vez consecutiva, la paloma ha tomado el mismo grupo de pinos como destino. Como es natural, los palomos ya se saben el lugar de memoria y volvían con la paloma cada vez que se quedaban cortados por la fatiga y una vez recuperado el aliento. Creo que esta ha sido la razón por la que, en el último rebote. todos han vuelto al momento. Espero que la próxima paloma tome el rumbo contrario y nos proporcione una tarde espectacular de suelta como ha ocurrido en muchas de los comarcales.
Mañana nos vemos.



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